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Ponencia: Problemas de la Educación del Arte ante el COVID-19



El Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico me ha solicitado reaccionar a los retos de la educación del arte durante la emergencia del COVID 19. La educación del arte se agrava con la pandemia, lo que significa que ya estaba en posición grave, ya que la experiencia de aprender arte y de ver arte se logra mediante experiencias en vivo con los materiales y la interacción humana. Al faltar esta interacción, la enseñanza mediatizada por pantallas digitales y voces alteradas por las bocinas de un computador se hace mucho más difícil. Ahora bien, ¿qué es lo que me hace decir que ya estaba grave? La educación del arte fue descuidada por los gobiernos pasados. La falta de personal capacitado, de materiales, de equipos y de un currículo actualizado servirían para contestar la pregunta de plano. Pero hay más.

Antes de continuar mi ponencia quiero hacer y dejar por aquí la siguiente pregunta para que le den pensamiento: ¿En qué se basó Quintin Rivera Toro cuando realizó la obra “El grupo de los 100”?

  1. En elementos y principios del arte

  2. En un tema

Expondré que durante mi investigación he concentrado esfuerzos en entender y explorar los modelos educativos que han marcado la enseñanza del arte. Esta investigación me ha llevado hacia dos ejes centrales que lanzan luz sobre el proceso de enseñanza y aprendizaje especialmente en los 200 años:

  1. el contexto histórico del currículo y

  2. la neuroestética.

En el eje del currículo encontramos que el currículo se puede estudiar desde la perspectiva de la educación del arte de la modernidad y la educación del arte en la posmodernidad. En el eje de la neuroestética se encuentra el estudio de la experiencia estética como componente fundamental del aprendizaje humano al encuentro con la obra de arte.

La educación del arte como se conoce y practica en Puerto Rico a nivel escolar y universitario fue redactada durante los pasados 200 años mientras se organizaba el currículo de la modernidad. ¿Qué se debía enseñar, a quién, cómo, para qué y quién se beneficia de ese currículo? eran preguntas claves en las que se centró la elaboración del currículo (Pero, ¡claro! No seamos tan inocentes como pensar que nosotros contestamos esas preguntas. Nosotros aprendimos las respuestas y las repetimos en las universidades y escuelas. Hoy, al ser nosotros los que estudiamos currículo podemos cuestionar esas respuestas y plantear otros currículos).


Siglos XIX y XX (Educación del arte de la modernidad)



El contexto en que se elaboró el currículo de la educación del arte fue el pensamiento racionalista inspirado en la estética de la antigüedad griega de búsqueda y promoción de valores estéticos como libertad, belleza, verdad y la bondad. Estos valores resultaban muy idealistas y ambiguos para el creciente capitalismo. Así, la estética racionalista se debatió con el pensamiento capitalista el cual necesitaba promover estándares de calidad en la industria y un lenguaje común entre la industria, los diseñadores y los consumidores. Este pensamiento desarrolló el lenguaje de los elementos y los principios del arte. Todo el siglo XIX fue un largo debate entre si enseñar arte para enseñar valores estéticos (racionalismo) o desarrollar consumidores (capitalismo). Ambas formas de pensamiento de la nueva elite cultural: la burguesía europea.


Para finales del siglo XIX la sociedad europea (en donde se centra toda educación del arte conocida en occidente) sufría las consecuencias del desarrollo industrial (capitalista) que había deshumanizado toda forma de vida. Surgen artistas que buscan en el arte, no promover valores ni consumidores sino su propia expresión de la vida misma; van Gogh es un ejemplo de esta búsqueda, la autoexpresión. Pero este entendimiento del arte a nivel espiritual tardó mucho en encontrar eco en los sistemas ya establecidos en la enseñanza del arte: valores estéticos de la modernidad, elementos del arte y principios del diseño. De hecho, para efectos del mercado resultaba mucho más comercial el lenguaje del arte que había clasificado al público entre culto e inculto.



El currículo de la educación del arte siglo XX había comenzado enseñando elementos y principios del arte junto a los movimientos del arte que también habían simplificado la creación artística utilizando los elementos y principios del arte. Movimientos que lograron un lenguaje tal que fuera intelectual y mercadeable, no controvertible. No es de extrañar que entre estos movimientos no se enseñara el dadaísmo; ya que este movimiento era muy conflictivo.

Así transcurrieron más de 100 años, el siglo XX, enseñando a imitar aquellos movimientos y a cómo “crear” de acuerdo a ellos. De esto se puede hallar evidencia en todos los currículos elaborados por el Departamento de Educación y manuales de enseñanza del arte en las universidades.

¿Cuál es el problema con la enseñanza del arte de la modernidad?


Que no problematiza. Y si eso parece suficiente para el desarrollo del pensamiento, ¡imagínense si profundizamos! La enseñanza del arte del siglo XX fragmentó el saber sobre el arte en porciones muy pequeñas que, aprendidas desde esa porción, parecen ser “buenas y útiles”. El problema con la fragmentación es que se pierde de vista el resto de la información, que nos permitiría tener un panorama más holístico y rico para entender, cuestionar, disfrutar, sentir y crear.



La enseñanza del arte de la modernidad se concentró en enseñar desde una perspectiva euro centrista en donde todas las demás culturas quedaron excluidas, la idea de belleza de los taínos o los mayas fue omitida, donde el género creativo dominante era el hombre y la mujer quedaba relegada al rol de modelo o amante, en la que la verdad era poseída por la cultura dominante y no existía otra verdad, en la que la raza dominante era la blanca europea y las demás razas eran inferiores. Una educación en la que eras considerado culto si hablabas ese lenguaje universal impuesto por la sociedad capitalista burguesa. Una educación del arte, que cayó en el mismo problema en que cayó la educación pública y privada, una educación que no permite problematizar, cuestionar, sino que enseñó a memorizar unos datos, conceptos y principios que terminan siendo reproducidos en un examen o una “obra” para exposición y finalmente, la venta y consumo de objetos “estéticos” por la nueva clase media de trabajadores nacida en estos siglos.


El siglo se acabó y la nueva realidad es que esa clase media es cada vez más pequeña, hay menos trabajadores y más desempleados. Las reformas educativas norteamericanas (bajo las cuales responde Puerto Rico) han fracasado una y otra vez, ya que son hechas para una época que dejó de existir hace 40 años: la industrialización. Cuya promesa (capitalista) era que habría dinero para todo el mundo mediante un trabajo en la industria convirtiendo la razón en instrumento y no en un fin. Además, tales reformas van dirigidas a tener esos pocos trabajadores como trabajadores educados.

Por otro lado, las formas de expresión artística contemporánea requieren de entendimiento afectivo e intelectivo, lo cual las hace extrañas al espectador quien no las puede explicar utilizando la textura o el color, por ejemplo, como lenguaje universal, por que sencillamente, no fueron hechas desde los elementos y principios del arte, mucho menos con un movimiento artístico en mente como la obra “El grupo de los 100” de Quintin Rivera Toro (abajo).

El Grupo de los Cien (2010). Quintín Rivera Toro. Museo de Arte Contempráneo de Puerto Rico.

Realizada en referencia a la huelga estudiantil de la Universidad de Puerto Rico en reacción a la imposición de una cuota de $800 adicional a las cuotas de matrícula impuesta por la administración del gobierno de Luis Fortuño. Este gobierno prometía justicia económica para el país, además de la estadidad para Puerto Rico.


Es sorprendente darse cuenta de cómo fuimos educados y empezar a romper paradigmas que construyeron nuestra forma de pensar sobre la enseñanza tanto del arte como de todas las materias. Cuando discuto este contexto con maestros de artes visuales y algunos artistas, resultan decepcionados y contrariados. Sin embargo, reconocen que percibían que había muchas cosas que no hacían sentido en la práctica educativa ya que una cosa es lo que el currículo les pide que enseñen y otra es la que como educadores perciben en sus estudiantes. Y mucho menos, lo que como artistas les inquieta y su proceso creativo. Eso que perciben es un vacío (gap). Algunos, me dicen; "tanto luchar contra el sistema para terminar trabajando a favor del sistema; sin darme cuenta." Lo bueno es que hay alternativa.


¿Qué se puede hacer?


Actualmente en muchos países, postindustriales o agrícolas, la discusión sobre la educación y la educación del arte ha evolucionado. A finales del siglo XX, surgió la posmodernidad. Una corriente de ideas que cuestiona los constructos, valores e ideas de la modernidad que afectan la sociedad desde la filosofía, la política, la economía, la religión, la ciencia, la estética, la ecología y por supuesto; la educación. Ideas cimentadas en el qué hacer de todos los escenarios sociales que no solo han estancado el desarrollo humano, sino que casi han destruido la humanidad. Ideas que si no las cuestionamos corremos el riesgo de continuar educando personas xenofóbicas, machistas, maquinizadas y homogéneas en una sociedad cada vez más tecnológica y polarizada, alejada de lo que nos hace precisamente: humanos.


La posmodernidad es:


En esta discusión se inserta la indiscutiblemente, la educación del arte de la posmodernidad. Contrario a la modernidad que buscaba la certeza a través de discursos universales y excluyentes, que no dio paso a sentir por considerarlo una debilidad, en la posmodernidad se favorece una enseñanza que, promueve la reflexión, permite la expresión de los pequeños grupos colectivos y en plural (las mujeres, los homosexuales, los pequeños agricultores) incluye las emociones como elemento fundamental para la creación y el aprendizaje, ecuaciones complejas como arte y ecología cobran valor, la multiculturalidad se vuelve cada vez evidente y elemento de convivencia. Todo ello como una toma de conciencia de problemas sociales resultado de roles asignados y no cuestionados como la posición de la mujer en la sociedad que tiene como consecuencia una ola de feminicidios, en el caso de los homosexuales; crímenes de odio, en el caso de sociedades marginadas y explotadas; las migraciones, sociedades asotadas a su vez por desastres ambientales propiciados por el ser humano o naturales. A los que se suman, corrupción política y religiosa entre otras tantas consecuencias que el currículo irreflexivo del siglo XIX y XX nos dejó. En términos generales, la educación de la modernidad no tomó en cuenta al otro promoviendo la indiferencia. En respuesta a esto el currículo de la posmodernidad hace un llamado a tener en cuenta al otro: a la compasión (que no es lo mismo que la pena) y la empatía. Hace un llamado a incluir las emociones en el proceso de aprendizaje.



Ante este panorama los retos de la educación del arte en Puerto Rico son grandes. Pues no solo se trata de desaprender la enseñanza como se enseña en la universidad, como la aprendimos y utiliza en el Departamento de Educación, sino también de insertarse y hacerse relevante a los problemas sociales que tiene el Puerto Rico de H